Desperté y te vi.
La luz calaba por la ventana
Iluminando tu cuerpo inerte
Se te dibujaba una sonrisa en la cara
Entre sueños algo te alegraba
Te veías tan plácido y tranquilo
Tu cabello alborotado
Tu cuerpo entre las sábanas
Tus ojos cerrados
Tu mente lejos, quién sabe en cuál mundo paralelo
Sólo te podía observar y desear ser parte del sueño que te dibujaba la sonrisa en la cara
Me sentía incapaz de romper el aura de paz que te rodeaba
Admitaraba tus manos relajadas con gracia sobre las sábanas
Tus pestañas más claras estaban gracias a los rayos del sol que te iluminaban como ángel
Se realzaba tu éterea presencia en la habitación
Sonreíste un poco más y abriste los ojos
La calidez de tu mirada me invadió
Tu sonrisa, como calmante, me transmitió la paz que me sosegaba y hacía mis días mejores.
«Buenos días», susurraste con voz ronca.
«Buenos días, amor».
Tus manos se deslizaron por mi cara, retirando con suavidad un mechón de mi alboratada cabellera mientras tus pupilas me iluminaban el alma más que el mismo sol que atravesaba la ventana.
Ahí entendí que el paraíso no se hallaba después de la muerte.
Ahí comprendí que lo simple llena más.
Ahí descubrí que el amor verdadero te llena de paz y de calma, te apacigua y te serena, apartando angustias e inseguridades.
Ahí sentí que sólo contigo quería estar
Ahí… Siempre junto a ti.